San Sebastián: ¿El fin de un paradigma urbano?

Algunas consideraciones sobre el desarrollo urbano de San Sebastián.

Desde su fundación, en el siglo XII, y hasta mediados del siglo XX, la ciudad de San Sebastián, se fué formando siguiendo un modelo urbano unitario, perfectamente preestablecido, proyectado de forma racional, y adaptado al medio físico existente. Este continuo proceso de planeamiento, en el que con el mayor respeto por lo construido, se iban articulando las aportaciones urbanísticas y arquitectónicas de cada época,  fué notablemente enriquecido a partir del siglo XVIII con las propuestas de la Ilustración,  alcanzando en las décadas centrales del siglo XIX, todas las aspiraciones de belleza, orden y progreso anheladas. El modelo urbano del Ensanche, en cuya retícula, las características de control de la edificación, y del tratamiento espacial -adaptaciones tipológicas, alineaciones, perfiles, ordenanzas etc...-, quedaban prefijadas, y eran de obligado y estricto cumplimiento en fases posteriores, fué muy acertadamente aplicado en nuestra ciudad.

Las sucesivas mejoras en sus desarrollos urbanísticos, su congruencia con un orden estructurante común, la idoneidad del trazado urbano respecto a las características naturales del lugar, la escala humana, la modesta, austera, y armónica singularidad expresiva de sus edificios y su inteligente sumisión a un plan de conjunto, unidas a la audacia y artisticidad del contexto urbano, convirtieron a San Sebastián, en uno de los más notables paradigmas urbanos de la época.

Este proyecto global de ciudad, que se llevaba a cabo de forma armónica desde sus orígenes, se vió interrumpido, tras la guerra civil a causa de la nula capacidad de gestión de los órganos de gobierno. Esto provocó un descontrol urbanístico generalizado, y la implantación de un modelo especulativo, basado en la zonificación del uso del suelo y la adjudicación de un aprovechamiento edificatorio, ausente de la más mínima referencia ni a la forma, ni a la estructura urbana preexistentes. Todo ello supuso la densificación y degradación de numerosas áreas urbanizadas, y la eliminación de gran número de señalados y significados monumentos, y edificios representativos, como el Gran Kursaal, la plaza de Toros, Palacetes, Villas, Hoteles etc.

Tras la dictadura, las esperanzas puestas en una nueva gestión, que evitara la destrucción del Patrimonio Urbano, y retomara el alto nivel de proyectación anterior, se vieron pronto defraudadas. Aún hoy en día carecemos de un "verdadero" planeamiento, que defienda el interés colectivo del, puramente lucrativo, de iniciativa privada y pública.

El despilfarro de suelo en algunas zonas, y el aumento de la densidad de edificación en otras ya consolidadas, la colmatación y compactación del tejido urbano de la ciudad histórica, aceleran el deterioro de las condiciones de vida y habitabilidad, tanto de la ciudad existente, como de las nuevas zonas edificadas. Los habitantes de esos nuevos barrios, carentes de espacios formalizados, son impelidos a trasladarse al Centro Histórico para desarollar la vida que su entorno inmediato les niega. Aumenta con ello el uso del vehículo privado, y la consiguiente desestructuración de la trama urbana, al construirse grandes viales que la fracturan.

El Centro Histórico, (fundamento de nuestra identidad cultural, social y personal) que los ciudadanos seguimos apreciando, y en el que aún podemos reconocernos, a pesar de constituir el único soporte de actividad de la ciudad, sigue sufriendo en la actualidad, continuas intervenciones urbanísticas y arquitectónicas especulativas, planteadas con total desprecio hacia sus características morfológicas, tipológicas y de escala espacial urbana.

Los poderes locales, en lugar de abordar de forma general el proyecto constructivo, utilizan todo tipo de técnicas mediáticas de simulación, operando en torno al fragmento como si se tratara de acontecimientos independientes de la realidad global, contribuyendo con ello a la destrucción de, la idea, estructura, y espacio de la ciudad. Lejos de asumir sus obligaciones en materia urbanística y arquitectónica, recuperando al menos el ejemplar planeamiento urbano que hizo posible el valorado Centro Histórico. Alientan una falsa dicotomía entre progreso y pasado, tratando de justificar intervenciones basadas en criterios economicistas o publicitarios, (mas propios de agentes privados que de representantes de la colectividad),  que actúan en contra del progreso -entendido como la mejora de las condiciones de vida del ser humano-, que dicen defender.

Si queremos conservar las cualidades urbanas de nuestra ciudad y asegurar su futuro, es urgente que se acometa la definición de un verdadero Plan General, que contemplando la totalidad del territorio, cree las bases urbanísticas para un desarrollo a largo plazo, articulando la intervención proyectual y arquitectónica en todos sus diferentes niveles, desde el planeamiento urbano a nivel de ciudad, a la proyectación arquitectónica aislada, pasando por el planeamiento pormenorizado y los proyectos de urbanización. Un Plan que reforme, rehabilite, y reconstruya, los dispersos, desarticulados y colmatados barrios residenciales de la periferia -a los que hay que dotar de equipamientos, edificios representativos, monumentos y núcleos de referencia social-, que corrija la actual zoonificación funcional en áreas (comerciales, recreativas, residenciales, tecnológicas...), y los problemas de movilidad y segregación que generan. Un Plan, en fin, que reconociendo el ”corpus cultural, histórico y compositivo” existente, mantenga y refuerce la identidad cultural de la ciudad, reestableciendo su espacialidad, su continuidad formal, su habitabilidad, y su belleza.

Rafael García-Velilla